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Desde temprano, los fanáticos comenzaron a congregarse en la intersección de las avenidas Néstor Kirchner y San Martín, bandera azul y oro en mano. Una vez que se confirmó el triunfo, los bocinazos, cantos y abrazos resonaron por todo el barrio. La euforia se trasladó a autos, bicicletas y peatones que sumaron choripanes y bombos para celebrar.
Para la multitud, no fue solo una victoria deportiva: fue el momento de reafirmar identidad y pertenencia. Los comerciantes locales registraron un movimiento inusual de público y colores que inundaron vidrieras.
La impulsiva celebración también tuvo su lado organizado: los hinchas prepararon banderas y remeras con anticipación, y los puntos de encuentro habituales fueron vestidos de azul y oro durante más de una hora.
Este fenómeno muestra cómo un resultado futbolístico tiene capacidad para movilizar emociones y comunidades, incluso en la Patagonia profunda, dejando claro que la pasión xeneize no entiende de geografías.

Autor: estación del carmen